15 gennaio 2014

El Cordero de Dios

TEXTO BÍBLICO: Juan 1, 29-34

Este domingo, que sigue al domingo del Bautismo de Jesús, la Iglesia nos propone un texto relacionado con Juan el Bautista, pero tomado del evangelio de San Juan y no de Mateo.
Este evangelio, comparado con el de los tres sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas, aparece con rasgos literarios y teológicos muy definidos. Desde el principio, Juan, nos presenta a Jesús como la Palabra Divina, el Hijo único de Dios enviado por el Padre. Un poco más lejos Jesús se acerca lentamente hasta donde están ellos. Juan aprovechó para hablar a la gente de Jesús antes de que él llegara. El texto no nos dice que Jesús haya llegado hasta donde ellos estaban.
¿Qué le dijo Juan Bautista a la gente?
En el texto encontramos su testimonio; habla de las “señales milagrosas” que Jesús realizó por encargo de su Padre, y de las palabras que pronunció ante diversos públicos, revelando claramente su origen, su verdadero ser y su misión salvadora.
Juan presenta el prólogo, que es todo un tratado teológico, y después responde a la pregunta que le hicieron los jefes de los judíos y los sacerdotes sobre quién era él. Presenta a Jesús como el Cordero de Dios, que vino a quitar el pecado del mundo.

SEGUIMIENTO

Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba. Entonces le dijo a toda la gente: «¡Aquí viene el Cordero de Dios que quita el pecado de la gente del mundo! Por medio de Él, Dios les perdonará a ustedes todos sus pecados.
Yo me refería a Él cuando dije: “Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo naciera.”
Yo no sabía quién era, pero Dios me mandó a bautizar con agua para que todos puedan conocerlo.
Yo vi cuando el Espíritu de Dios bajaba del cielo en forma de paloma y se colocaba sobre Él.
No sabía yo quién era Él, pero Dios me dijo: “Conocerás al que bautiza con el Espíritu Santo cuando veas que mi Espíritu baja y se coloca sobre Él.”
Ahora lo he visto, y les aseguro que Él es el Hijo de Dios.»

I. Lectura: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice

La acción salvífica de Jesús tiene dimensiones universales. Juan les recordó a los que lo escuchaban que ya les había hablado de Jesús cuando les dijo que: “El que venía detrás era más grande” (1,15).
Hay aquí como un juego de palabras: Viene después de mí – existía antes que yo. Casi en estas dos afirmaciones podríamos identificar las dos dimensiones de la persona de Jesús: (1) la temporal: Viene después de mí, ya sea en su nacimiento como en el inicio de su misión y (2) la eterna: Existía antes que yo.
El versículo 31 aparentemente nos presenta una contradicción. En un primer momento Juan reconoce que él mismo no sabía quién era el que había de venir, pero afirma que a través de su acción de bautizar a la gente, lo que pretendía era que todo Israel lo conociera. Aquí se ve muy clara la misión de Juan: adelantarse al Mesías para darlo a conocer en su persona y en su acción. Esto lo hacía bautizando.
Más adelante, Juan nos repite que él no sabía quién era el Mesías, pero que quien lo envió a bautizar le había dicho: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu Santo baja y reposa es el que bautiza con Espíritu Santo” (33). El Espíritu Santo que ‘baja’ y ‘reposa’. No solo baja y desaparece, Juan usa el verbo reposar como para decir que el Espíritu descansa en Jesús, hace su morada en Él.
Juan termina con unas palabras que son garantía de verdad porque se basan en un testimonio directo: “Yo ya lo he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios” (34).
Juan que inicia definiendo a Jesús como el Cordero de Dios, termina afirmando que más que Cordero es el Hijo de Dios.
En el texto aparecen el cordero y la paloma en referencia a Cristo.
a). Consideramos el “Cordero (amnos) de Dios” y su significado.
En el libro del Apocalipsis, (7,17) el Cordero es el Pastor de los pueblos; en (17,14) el Cordero destruye los poderes malvados de la tierra. En tiempos de Jesús se creía que al final de la historia se aparecería un cordero victorioso o destructor de las potencias del pecado, de las injusticias y del mal.
Juan Bautista dijo que Cristo vino a “quitar los pecados” y a “destruir las obras del diablo”. Pudo verlo como el cordero victorioso que debería, por mandato de Dios, destruir el mal del mundo.
En el Antiguo Testamento se habló del Cordero en relación con el Siervo sufriente ‘JHWH’ en el Deutero-Isaías: 42,1-4.7.9; 49,1-6.9.13; 50,4-9.11; 52,13-53,12). Podemos pensar que el uso de “Cordero de Dios” en Juan 1,29 se puede referir al Siervo sufriente de Isaías 53. ¿En verdad Juan consideraba a Jesús el cordero de Dios siguiendo la interpretación de Siervo sufriente? Pudo ser.
Isaías 53,7 dice que el Siervo: “No abrió la boca; era como un cordero llevado al matadero y como una oveja ante sus trasquiladores”. Esta descripción se aplica a Jesús en las Actas 8, 32 y también la semejanza entre el Siervo sufriente y Jesús se aplicaba por los cristianos (ver Mt 8,17 = Is 53,4; Heb 9,28 = Is 53,12).
En la descripción que hizo Juan el Bautista afirma haber visto al Espíritu descender sobre Jesús y posarse sobre Él y en el versículo 34 él identificó a Jesús como el elegido de Dios.
El Cordero, Cristo, como Siervo sufriente, es aquél que se ofreció libremente a sí mismo para eliminar del mundo el pecado y llevar a todos los hombres a Dios.
El simbolismo de la Pascua está muy difundido en el evangelio de Juan especialmente en relación con la muerte de Jesús. Para las comunidades cristianas atendidas por Juan evangelista, el Cordero quita el pecado del mundo con su muerte. En el capítulo 19,14 dice que Jesús fue condenado a muerte al mediodía de la vigilia de la Pascua, cuando los sacerdotes comenzaban a sacrificar los corderos pascuales en el Templo.
También en el capítulo 19,36 dijo que se cumplió lo que dijeron las Escrituras, que ningún hueso de Jesús fue quebrado, refiriéndose a Éx. 12,46. También el Apocalipsis habla del Cordero Inmolado (5,6; 7,17 y 22,1).
Existe un paralelismo entre la sangre del cordero rociada sobre las jambas de las puertas como signo de liberación y la sangre del cordero ofrecido en sacrificio de liberación. Los cristianos muy pronto empezaron a comparar a Jesús con el cordero pascual y, al hacer esto, no dudaron usar el lenguaje sacrificial: “Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado” (1Cor 5,7), diciendo que Jesús vino a quitar el pecado del mundo.
El símbolo de la paloma: Este segundo símbolo también contiene varios aspectos. Ante todo la expresión “como paloma” era un dicho común para expresar el lazo afectivo con el nido. En nuestro contexto evidencia que el Espíritu encuentra su nido, su hábitat natural y de amor en Jesús. Todavía más: la paloma simboliza el amor del Padre que se establece en Jesús como en una habitación permanente (ver Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22)
La expresión, pues, “como paloma” está en conexión con el verbo descender: para expresar que no se trata del aspecto físico de una paloma, sino del modo de descendimiento del Espíritu (como el vuelo de una paloma), en el sentido de que no impone miedo, más bien confianza.
Juan pudo usar el símbolo de la paloma para decir que en Cristo comenzaba una nueva creación; que su encarnación era el culmen y la meta de la actividad creadora del Padre.

II. MEDITAMOS el texto desde nuestra vida

La primera afirmación que hace Juan Bautista en relación a Jesús es: “Miren, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (29b). Esta consta de dos partes, cada una de las cuales nos revela algo de Jesús.
La primera: lo llama el “El Cordero de Dios”, expresión que nos recuerda todo el significado sacrificial y expiatorio que tenía el cordero en el Antiguo Testamento (ver Éxodo 29) y la segunda, “Que quita el pecado del mundo”, o como dice en otro texto: “Cristo mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz para que nosotros muramos al pecado y vivamos a una vida santa” (1 Pe 2,24).
¿Somos capaces de testimoniar el gozo de experimentar la salvación que recibimos de Cristo Jesús, que quitó y quita el pecado del mundo?
El anuncio del evangelio es indispensable hoy como ayer. El hombre siempre ha tenido necesidad de liberación y de salvación. Anunciar el evangelio no significa comunicar las verdades teóricas y ni siquiera un conjunto de normas morales. Sino por el contrario, llevar a los hombres a hacer la experiencia de la amistad con Cristo Jesús, venido al mundo – según el testimonio de Juan – para salvar al hombre del pecado del mal y de la muerte.
El evangelio hoy me invita y nos invita a renovar nuestra disponibilidad de colaborar con la misión de Cristo en comunión con la Iglesia, ayudando al hombre a ser liberado del mal y del pecado, partiendo de su realidad para llevarlo al encuentro feliz con Él.
No se puede transmitir el evangelio prescindiendo de las necesidades y las esperanzas del hombre de hoy. Hablar de la fe en Jesús, cordero de Dios que quita el pecado del mundo, significa hablar al hombre de nuestro tiempo preguntándose primero qué busca él en lo profundo de su corazón.
Necesitamos estar a la escucha de nuestro mundo para discernir en él la presencia de Dios; escuchar las esperanzas más íntimas de nuestros hermanos; tomar en serio sus deseos, sus inquietudes y tratar de entender qué es lo que hace arder sus corazones y qué es lo que suscita en ellos miedo y desconfianza”.
Estar atent@s a lo que brota como necesidad y como esperanza en el corazón de los hombres, nos permitirá hacerles la propuesta evangélica, desde el mensaje cristiano para que este mundo sea más humanos, y por ello, más de Cristo, el Cordero de Dios, que quiere quitar también hoy el pecado, en nosotros y en nuestro mundo. Él nos ha traído la salvación. ¿La valoramos? ¿La compartimos convencidos de que tenemos mucho qué hacer con Cristo, por Cristo y desde Cristo?
El Papa Francisco en su Exhortación, Evangelii Gaudium ha pedido hacer posible la Nueva Evangelización siendo ‘una Iglesia en salida, capaz de observar y escuchar pastoralmente’. Pide la audacia en la propuesta evangélica unida al respeto por el hermano que va a ser evangelizado.

III. ORAMOS nuestra vida a la luz de este texto

Padre Dios: Juan Bautista sigue siendo un ejemplo a seguir para cada uno de nosotros. Hemos vivido el nacimiento de tu Hijo. Lo adoramos en el pesebre y nos sentimos felices al vivir el misterio de su encarnación, pero no nos tenemos que contentar con esa experiencia de fe. Este es el tiempo para hacer lo que hizo Juan: evangelizar, hablar de tu Hijo a quienes tenemos más cerca de nosotros.
Nuestro bautismo nos ha hecho discípulos misioneros. Que vivamos con conciencia esta misión, para que todos lo conozcamos más y lo sigamos conscientemente. María nos acompañe, porque quien mejor que Ella lo conoció profundamente. Que lo anunciemos, que denunciemos lo que nos aparta de Él y sobre todo, que testimoniemos que somos suyos. ¡Así sea!


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